martes, 17 de abril de 2012

Caribe al servicio de la comunidad: Fideos

A nadie le gusta tirar comida a la basura, ni guardar sobras de fideos, porque comer fideos recalentados es un asco. Pero cómo hacer para calcular la cantidad exacta que comeremos, si la bolsa da instrucciones en gramos y no tenemos balanza? Bueno, una opción es calcular a ojo, pero mejor que los ojos... las manos.
Nuestras manos son siempre las mismas, nuestro estómago es siempre el mismo. Los fideos se miden en puñados. Es sólo cuestión de encontrar la medida justa y después ir variando según la dimensión del hambre o de los invitados.


Fideos rulito/ moñito: yo suelo comer cuatro puñados  bien gordos y tiro al agua algunos fideos de más.
Fideos penne rigate: cinco puñados bien gordos (la diferencia radica en el aire del medio)
Municiones/ Ave María para sopa: seis puñados no tan gordos para más fideos que caldo ó 4 puñados no tan gordos para más caldo que fideos.




Fideos largos: también se miden en puñados, usando las falanges del dedo gordo como referencia. Yo como la cantidad que entra si apoyo el dedo índice en la articulación del dedo gordo. No varía demasiado según el tipo de fideo.


Éstas medidas tienen un 90% de efectividad, pero cada uno tiene que probar las suyas propias. Para las primeras veces, es recomendable poner los puñados sobre un plato y tratar de imaginar cómo quedaría después de hervidos los fideos.


Otras cosas que aprendí de los fideos preguntando por qué:

Una vez hablé con un señor que es químico y se especializó en gastronomía. Ideal para responder a todas mis preguntas acerca de los fideos. Me encantaría recordar todas sus explicaciones, pero lo cierto es que me las olvidé. Así que yo hago lo que él me dijo, pero no puedo justificarlo.

- Los fideos necesitan ser hervidos en la mayor cantidad de agua posible. Supongo que será para que no queden amontonados, pero la explicación era algo más compleja. Así que no usen la cacerola chiquita aunque cocinen para ustedes solos.
- Hay que agregarle sal al agua porque acentúa el sabor, puede ser fina o gruesa, pero no se pone al principio, sino cuando el agua ya está por hervir. 
- Lo del aceite en el agua para que la pasta no se pegue, es un mito, a lo sumo se le pone una vez servida en el plato. Además es más fácil lavar la olla. Doy fé de que no se pegan.
- Cuando se ponen los fideos en el agua, hay que revolver durante los primeros 30 segundos.
- Se cocina sin tapa y a fuego medio.
- Se sabe cuándo están listos por el color, dejan de tener transparencia. A mi me sigue divirtiendo mirar el reloj y tirar un fideo al azulejo de la cocina para saber si ya está al dente.
- Los fidos largos NO se cortan. No creo que el señor químico haya tenido una explicación para eso, pero en mi casa es sacrilegio.

Bueno, chau, eso fue Caribe al servicio de la comunidad.
Besis.

PD. Hagamos una campaña para que en los menús de los restaurantes haya fotitos de los fideos al lado de sus nombres, así nos aprendemos de una vez por todas la diferencia entre los spaghetti, los tagliatelle, los vermicelli, los pappardelle, los fetuccine, etc, etc, etc.
Igual mirá lo que me encontró el capo de G en Google: un sitio en el que te muestran la geometría de la pasta y un poster (si aprietan arriba de la imagen con el botón derecho y abren el enlace en una pestaña nueva, la van a poder ver de cerca y bien grandota) 



lunes, 16 de abril de 2012

El dilema (Segunda parte)

Escenas del capítulo anterior haciendo click acá

Al principio, Pimienta empezó a adueñarse de todos los espacios. Los primeros días me costó compartir mi casa, la gata me seguía a todos lados y se ocupaba de marcar territorios. Pero después, contenta, me dejé ganar como si fuera una adulta frente a una niña, le dejé sentarse en el bidet mientras yo estaba en el inodoro, la dejé ocupar la mitad de la cama, le convidé de mi comida, le presté mis manos para que las mordiera, sus juguetes siempre desparramados por el living, la casa llena de hojas secas que ella traía de la terraza y después rompía en mil pedacitos inlimpiables, le di atención cada vez que lo demandó y aprendí a dejarla en paz cuando ella quería. Quizás debo admitir que no sabía ni quería ponerle límites.

También ocupó mucho espacio en mi cabeza. Me pasé horas y horas de oficina con culpa por dejarla sola en el departamento y me escapaba en el almuerzo para verla, volví antes de muchos lugares por las ganas de estar con ella, le escribí poesías, le conté a todo el mundo cada cosa nueva que aprendía a hacer la gata como esas madres que no pueden dejar de hablar de sus bebés, la bombardeé a fotos.
Pimienta me hacía feliz de una manera nueva. Creo que yo nunca me había sentido así. De nuevo la sensación del amor incondicional.

Cuando G la conoció, hizo un esfuerzo para superar su apatía hacia los gatos. Le resultó graciosa y linda. Yo suspiré aliviada, sabía que iban a hacerse amigos. 
Le jugó, la mimó. Pero un ratito, después quiso estar conmigo, así, como siempre, solos. Y no estábamos solos, estaba Pipi.

La verdad es que tener sexo con un gato mordiéndonos los pies es extraño. No se puede coger con un gato mirando. Y tampoco se puede hacer cucharita con un gato en el medio, ni dormir con un gato saltando sobre nuestras cabezas durante la madrugada.
La cama no es tuya, es de Pimienta, gritó G enojado una mañana muy temprano, fastidioso porque yo dormía plácidamente y a él Pipi no lo dejaba descansar. Se levantó, le moqueaba la nariz y le picaba la garganta, los ojos, la barba, los brazos, empezó a estornudar.
Se quiso ir a su casa y nos peleamos.
G también necesita marcar territorio.
Yo tenía que delimitar los espacios.

Empecé a pensar en algo que dividiera mi habitación del resto de la casa, porque no tengo puerta, tengo un arco que separa los ambientes. De ese modo cuando quisiera estar con G en el cuarto, Pimienta se podría quedar del otro lado. 
Durante la semana estuve evaluando opciones, viendo cuál sería la más conveniente. Algo que la gata no pudiera trepar, que no llegara hasta el techo así dejaba circular el aire y la calefacción en invierno, algo. Ya se me iba a ocurrir.

La vez siguiente que G vino a casa, la picazón no tardó en volver a aparecerle. Y era cada vez más fuerte. Y después los mocos, los estornudos, los ojos todos rojos y llorosos. No se podía quedar más que un rato.

Alergia declarada.

Intentamos varias veces, siempre era igual o peor. Noches de mierda. Probamos con corticoides. Mejoraba, pero algo no estaba funcionando. La alergia se convirtió en asma. Y no había chuf chuf. G ya no podía dormir en mi cama ni estar cerca de Pimienta, no servía de nada pensar en una división entre los ambientes si el problema estaba en el aire.

G dejó de venir a mi casa, nos veíamos en otros lugares pero obviamente no era lo mismo y tampoco teníamos dónde tener sexo, estar tirados o lo que fuera. 
Él estaba mal, yo estaba mal y Pimienta estaba mal. 
Aprendí que un gato es un ser al que le pasan cosas, tiene humores y entiende lo que sucede alrededor. Pipi se convirtió en el impedimento para poder estar bien con G, y a su vez, G y su asma, el impedimento para poder estar bien con Pipi.
La gata estaba agresiva conmigo.
G estaba irritado conmigo.
Yo me la estaba fumando en pipa.
Había que encontrar una solución.

Existía una solución?

Me rompí la cabeza buscando.

Y entonces sucedió lo inevitable: se me hizo presente la temible disyunción.
O Pimienta ó G.
No quería ni pensarlo.
Pero lo pensé.
Pensé en dejar de ver a G.
Pensé en regalar a Pimienta.

El dilema.

Vivir con un dilema a cuestas.


Continuará...

Se habrá tomado esa decisión? Habrá venido el Chapulín Colorado a ayudarme? 
Todo eso y mucho más en el próximo capítulo de "El dilema", con la participación estelar de Andy Kusnetzoff.

viernes, 13 de abril de 2012

Conchudo

Era el cumpleaños de mi ex novio.
Dudé en saludarlo.
Hace tiempo no hablamos.
Ya no hay nada de qué hablar.
Pero me parecía descortés.
Después de todo yo lo quiero.
Lo quiero porque la relación fue linda.
Creo que él piensa que la relación no fue linda.
O sólo se acuerda de lo feo.
O algo así.
Ya van a ser dos años desde que nos separamos.
Desde entonces él me trata mal.
Como si yo le hubiera cagado la vida.
Una vez le hablé por chat después de mucho tiempo.
Le dije Hola E! 
Me contestó Qué pasa?
Qué conchudo.
Un bloque de hielo.
No sé qué se cree.
Yo no le rompí las bolas.
Nunca quise volver con él.
No le hice nada malo.
A él se le acabó el amor y yo me la banqué.
Así que no sé qué se cree.
Lo eliminé de las redes sociales.
Le deseé una buena vida.
La gente me dice que siempre fue así.
Es mentira, antes lo re querían.
No siempre fue así.
Bueno, un poco sí.
Qué suerte que no me casé con él.
Igual creo que éramos lindos juntos.
La pasamos bien.
La cuestión es que era el cumpleaños.
Y le mandé un mail amigable y conciso.
Porque sino me parecía descortés.
Después de todo yo lo quiero.
Lo quiero porque la relación fue linda.

No respondió.

Me sentí medio boluda.
Eso no se hace.
Flaco, eso no se hace.

Después pensé que quizás se murió de una sobredosis y yo no me enteré.
He ahí el problema.
Siempre quise justificarlo.
Creyendo que "esta vez va a ser distinto".
Pero es un conchudo y punto.
Un conchudo.
Me da vergüenza ajena.

Qué boluda.
Qué pena.

martes, 10 de abril de 2012

El fumigador vs. La chancleta

Mi casa tiene arañas de las gordas. Bien feas y temibles. 
Y como tiene arañas, también tiene telarañas. 
Siempre le pido a Gladys que las saque pero siguen ahí. 
Mi mamá me dijo que Gladys tiene problemas de vista. 
Hace un tiempo me compré un Raid sin olor, pero no sé dónde viven las arañas porque salen cuando yo duermo, así que tiré el veneno en algunos huecos de los que sospecho y también en los lugares donde se dedican a tejer. 
El Raid no tiene olor, es verdad.
Pero parece que las arañas lo olieron, porque empezaron a salir de sus escondites y tuve que matarlas a chancletazos. 
Eso me pasa por vivir sola.
Igual las maté a todas y me sentí contenta.
Eso también me pasa por vivir sola.




Canté victoria, pero a los poquitos días empezaron a aparecer de nuevo las telarañas. 
Si hay telarañas, también hay arañas.


Nunca vino el fumigador, que venga.
El fumigador viene al edificio una vez por mes en horarios en los que yo trabajo.
El portero nos avisa poniendo cartelitos en el ascensor.
Llamé al administrador y que vengan un sábado le dije.
Vinieron un sábado, pero no escuché el timbre porque fue muy temprano a la mañana y estaba durmiendo.
Le pedí al portero que la próxima mi casa fuera la primera en el orden de las fumigaciones.
Le dije si viene puntual llego bien a la oficina, pero sino no.
Como le caigo bien al portero, me hizo el favor.


El fumigador es un hombre entre respetable y ridículo por lo grande y tosco que se ve con el tanque lleno de veneno en la espalda. 
Parecido a un oso hormiguero del futuro y no tenía puesta la máscara.
Cómo hace para aguantar ese olor.
Pero al final el líquido no tenía olor, como el Raid.
Entró y le conté de las arañas, él prometió traer veneno especial la vez que viene.
No le creo que se acuerde.
Fumigó como si hubiera cucarachas, no arañas.
Las arañas no viven en los mismos lugares que las cucarachas.
Yo me daba cuenta, pero lo seguía por la casa sin decir nada.
Pensé él sabe.
En el baño me animé a decirle que hay un agujerito donde un día vi a una.
Tiró veneno ahí, pero cuando se fue vi que había muchos otros agujeritos iguales.
Pensé él no sabe.


Uno cree que las personas que vienen a la casa a arreglar cosas, o algo por el estilo, la tienen clara.
Porque hacen lo que hacen todo el tiempo. 
Pero algunos sólo esperan que les demos directivas.
Yo no sé dar directivas a los fumigadores.
Ni a un plomero, ni al electricista, ni al que instala el cable, ni a ninguno.
A Gladys sí.
A Gladys le hago listitas llenas de directivas y se las dejo en la mesa los días que viene.
Igual se hace la boluda, porque yo le pido que saque las telarañas y no las saca.
Para mi que no tiene problemas de vista y me lo hace a propósito.
Yo nunca la reto, porque no se retar a nadie.
Al fumigador sí.
Porque sigo teniendo arañas.
Me lo crucé en el hall de entrada y le dije que mi chancleta es mejor que él para matar arañas.
Le dije que la próxima traiga un veneno con olor, porque no le creo nada sino.


Ahora no quiero que vuelva porque me da vergüenza.

El dilema (Primera parte)


Un dilema es, por definición, un problema que se puede resolver de dos maneras distintas, pero con la particularidad de que ninguna de las dos soluciones termina por ser totalmente satisfactoria.
A nadie le gustan las decisiones disyuntivas, tener que poner en una balanza tan imaginaria como inexacta cosas que resultan de gran importancia y elegir. Ambas opciones pesan demasiado, es difícil determinar cuál pesa más cuando son de distinta índole y pareciera un casi empate.

Esta es la historia de mi dilema.

Cuando adopté a mi gata, lo primero que pensé al llegar con ella en brazos a mi casa, fue que un día se iba a morir. Puede sonar raro, pero lo hago siempre, con todo. Con todo lo que sé que va a significar algo en mi vida. Pensé que de un modo u otro, iba a llegar un día en que Pimienta ya no iba a estar conmigo, y que seguramente me iba a doler. Busqué en Google la cantidad promedio de tiempo que viven los gatos y calculé la infinidad de cosas que podían pasarme en diez o quince años. Diez o quince años es mucho, faltaba mucho para que se muriera. Entonces me dediqué a amarla, como uno ama a su primera mascota, tan primerizamente torpe y con toda el alma.

Sin embargo la idea de su muerte quedó rondando en mi cabeza. Cada vez, al volver a mi casa, subí en el ascensor rogando que no se hubiera caído por el balcón, que no se hubiera escapado, que no se hubiera atragantado con alguna cosa. Entraba a mi casa con la esperanza de que estuviera parada al lado de la puerta y dijera miau acortándome la angustia, sin embargo siempre dormía, me esperaba durmiendo en paz debajo de la cama. 
Cuando se me fue pasando el temor, porque día tras día la gata estaba ahí y entonces ya no había motivos para creer que no estaría, empecé a ser sigilosa al entrar para no perturbarle el sueño. Era más fuerte que yo, nunca pude aguantarme más de tres segundos antes de gritar HOLA (con voz de boluda y alargando la O) para verla venir corriendo a mi.
Entonces me di cuenta: mi soledad se veía menguada en un simple y rutinario HOLA, decir HOLA al entrar, eso sí que era nuevo, y la Pipi corría a darme besos. Ahora éramos dos, con iguales ganas la una de la otra. Ese día escribí un texto muy cortito acerca del amor incondicional.

En terapia, hablé de lo contenta que estaba. Después de tanto aguantar las reglas anti-mascota de mi mamá, ahora que ya tengo mi casa y tomo las decisiones, tener una gata es como la concreción de un deseo que viene desde siempre, dije. Ahí mi analista me indujo a hablar seriamente por primera vez de ser madre. Me chocó. Después de indagar un rato en el tema, llegué a la conclusión de que antes de ser madre tengo que solucionar un par de cuestiones como hija, todavía soy joven, dije. Además está el tema de conseguir un padre. Eso lo dijo ella, y acto seguido preguntó cómo andaban las cosas con G. La asociación me dio un pequeño escalofrío, evadí, no porque no quisiera hablar de G, sino porque no quería hablar de G como padre, soy muy joven y G es más joven, dije, hablemos del gato mejor.
Silencio.
-A G le gustan los gatos?
-No, pero es mi gato, no el de G
-Pero si el gato está en tu casa G va a estar con el gato
-Sí, pero es mi casa, no su casa
-Pero si un día tienen una casa juntos vas a llevar al gato
-Sí, pero no es mi novio
-Pero qué sería más importante, G o el gato?
-Ay, pero qué pregunta absurda
-Claro, si no es tu novio, qué importa, te quedás con el gato
-Vas a ver que cuando conozca a Pimienta le va a gustar. Es una genia: es afónica y no sabe decir miau entonces dice "geek", juega con cables, duerme adentro de la biblioteca y cuando miro Game of thrones se queda quietita mirando, cuando termina la serie se para y se va, come nueces y pepino agridulce. Es una genia, no puede no gustarle a G, vas a ver.
-Si le gustás vos, le va a gustar tu gata
-Tengo miedo de que se muera
-G?
-No, la gata.


Continuará...


Habrá matado G a la gata? Habrá matado la gata a G?
Todo eso y más, en el próximo capítulo de "El dilema"