viernes, 7 de octubre de 2011

Lechuga

Yo dije que la época de mi cumpleaños me resulta, históricamente, bastante difícil, que octubre me propone siempre cambios estructurales, y que ese estado de crisis me hace sentir inevitablemente muy sola. Que se repite año tras año con la misma dinámica, como si no pudiera escapar de ese ciclo.
Hablé de lo que eso implicaba, de que cada vez lo abordo con menos entereza, aún sabiendo que después, también sin excepción, todo se acomoda y es mejor.
Ella preguntó si recordaba desde cuándo me sucedía eso. No, contesté. Preguntó si recordaba algún cumpleaños más difícil que otros, algún octubre con cambios más drásticos, alguna crisis más irreversible. No, volví a contestar. Seguro? Insistió. Sí, seguro.
Hace unos días, conté después de un silencio, estaba en mi casa cocinando para mi sola, y me acordé de algo que no recordaba. Una vez, en el jardín de infantes, nos enseñaron a preparar ensalada de lechuga. Y yo volví a mi casa y le conté a mi mamá que habíamos hecho ensalada de lechuga como si fuera una gran proeza. Mi mamá me felicitó y festejó el suceso, como si realmente hubiera sido una gran proeza. Me acuerdo del bowl de plástico verde metalizado donde pusimos la lechuga, un bowl enorme, una cantidad infinita de lechuga. Y a mi me tocó llevarlo a la mesa del comedor. Era tan grande que tenía miedo de que se me cayera y se arruinara la ensalada. Dije. Una proeza. Ahora que lo pienso, seguro que el bowl no era tan grande. Pero qué se yo, tenía cuatro años, a esa altura, todo parece gigante.
A veces me parece que octubre es como un bowl inmenso que me queda gigante, a punto de caerse. Como si existieran bowls que quedan grandes a los veinticinco, o como si tuviera cuatro años. Dije.

Ah. Claro. Mis viejos esperaron a que pasara mi cuarto cumpleaños para separarse. Y mi papá se fue de casa en octubre.
Ella me miró y dijo que suponía que ese había sido un cumpleaños difícil. Y que eso me hace hace asociar la crisis, o el cambio, a la soledad, como si fuera la única manera de atravesarlo. Hablamos de la representación y la manifestación del trauma.
Yo no quiero más asociar la crisis a la soledad. Dije. No quiero sentir la soledad existencial en cada cosa que hago. Pero no sé qué hacer al respecto.
Ella no respondió.
Vos decís que se cura?
Y ella no respondió.
El psicoanálisis a veces me parece un poco esotérico.
Querés el último mate?

Autoretrato. 
Birome sobre papel. 13x9

3 comentarios:

Andrés Kischner dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dicotomínica dijo...

Jacques Lacan descubrió (?) que las personas estamos divididas por varias cosas, todos las mismas. no me acuerdo todas, pero eran, ponele: la imagen q uno tiene de uno, la imagen que los otros tienen de uno, bla, pero la más loca es la de "vacíO". Uno, cualquiera, es consciente de su vacío, y ese vacío no se puede llenar con nada. de ahi viene esa soledad, ese sinsentido, esa disconformidad. Lo único que podemos hacer con él, es aprender a quererlo y hacer cosas para olvidarnos de que existe. Pero, si te acordás, lo saludás, le decís: hola mi vacio, y le ponés aceite a la lechuga - que de bajón va genial con mayonesa entre dos panes.

Dicotomínica dijo...

y leete "el miedo a la libertad" de Eric from. Analisis sociocultural economico sobre la soledad.