lunes, 16 de abril de 2012

El dilema (Segunda parte)

Escenas del capítulo anterior haciendo click acá

Al principio, Pimienta empezó a adueñarse de todos los espacios. Los primeros días me costó compartir mi casa, la gata me seguía a todos lados y se ocupaba de marcar territorios. Pero después, contenta, me dejé ganar como si fuera una adulta frente a una niña, le dejé sentarse en el bidet mientras yo estaba en el inodoro, la dejé ocupar la mitad de la cama, le convidé de mi comida, le presté mis manos para que las mordiera, sus juguetes siempre desparramados por el living, la casa llena de hojas secas que ella traía de la terraza y después rompía en mil pedacitos inlimpiables, le di atención cada vez que lo demandó y aprendí a dejarla en paz cuando ella quería. Quizás debo admitir que no sabía ni quería ponerle límites.

También ocupó mucho espacio en mi cabeza. Me pasé horas y horas de oficina con culpa por dejarla sola en el departamento y me escapaba en el almuerzo para verla, volví antes de muchos lugares por las ganas de estar con ella, le escribí poesías, le conté a todo el mundo cada cosa nueva que aprendía a hacer la gata como esas madres que no pueden dejar de hablar de sus bebés, la bombardeé a fotos.
Pimienta me hacía feliz de una manera nueva. Creo que yo nunca me había sentido así. De nuevo la sensación del amor incondicional.

Cuando G la conoció, hizo un esfuerzo para superar su apatía hacia los gatos. Le resultó graciosa y linda. Yo suspiré aliviada, sabía que iban a hacerse amigos. 
Le jugó, la mimó. Pero un ratito, después quiso estar conmigo, así, como siempre, solos. Y no estábamos solos, estaba Pipi.

La verdad es que tener sexo con un gato mordiéndonos los pies es extraño. No se puede coger con un gato mirando. Y tampoco se puede hacer cucharita con un gato en el medio, ni dormir con un gato saltando sobre nuestras cabezas durante la madrugada.
La cama no es tuya, es de Pimienta, gritó G enojado una mañana muy temprano, fastidioso porque yo dormía plácidamente y a él Pipi no lo dejaba descansar. Se levantó, le moqueaba la nariz y le picaba la garganta, los ojos, la barba, los brazos, empezó a estornudar.
Se quiso ir a su casa y nos peleamos.
G también necesita marcar territorio.
Yo tenía que delimitar los espacios.

Empecé a pensar en algo que dividiera mi habitación del resto de la casa, porque no tengo puerta, tengo un arco que separa los ambientes. De ese modo cuando quisiera estar con G en el cuarto, Pimienta se podría quedar del otro lado. 
Durante la semana estuve evaluando opciones, viendo cuál sería la más conveniente. Algo que la gata no pudiera trepar, que no llegara hasta el techo así dejaba circular el aire y la calefacción en invierno, algo. Ya se me iba a ocurrir.

La vez siguiente que G vino a casa, la picazón no tardó en volver a aparecerle. Y era cada vez más fuerte. Y después los mocos, los estornudos, los ojos todos rojos y llorosos. No se podía quedar más que un rato.

Alergia declarada.

Intentamos varias veces, siempre era igual o peor. Noches de mierda. Probamos con corticoides. Mejoraba, pero algo no estaba funcionando. La alergia se convirtió en asma. Y no había chuf chuf. G ya no podía dormir en mi cama ni estar cerca de Pimienta, no servía de nada pensar en una división entre los ambientes si el problema estaba en el aire.

G dejó de venir a mi casa, nos veíamos en otros lugares pero obviamente no era lo mismo y tampoco teníamos dónde tener sexo, estar tirados o lo que fuera. 
Él estaba mal, yo estaba mal y Pimienta estaba mal. 
Aprendí que un gato es un ser al que le pasan cosas, tiene humores y entiende lo que sucede alrededor. Pipi se convirtió en el impedimento para poder estar bien con G, y a su vez, G y su asma, el impedimento para poder estar bien con Pipi.
La gata estaba agresiva conmigo.
G estaba irritado conmigo.
Yo me la estaba fumando en pipa.
Había que encontrar una solución.

Existía una solución?

Me rompí la cabeza buscando.

Y entonces sucedió lo inevitable: se me hizo presente la temible disyunción.
O Pimienta ó G.
No quería ni pensarlo.
Pero lo pensé.
Pensé en dejar de ver a G.
Pensé en regalar a Pimienta.

El dilema.

Vivir con un dilema a cuestas.


Continuará...

Se habrá tomado esa decisión? Habrá venido el Chapulín Colorado a ayudarme? 
Todo eso y mucho más en el próximo capítulo de "El dilema", con la participación estelar de Andy Kusnetzoff.

1 comentario:

Tiverius Nuxlux dijo...

QUE PASO AL FINAL CARIBE??????