lunes, 10 de octubre de 2011

Quiero un sí quiero

Para qué voy a mentir. Para que voy a seguir diciendo que no, porque queda mejor o porque es más progre. Para qué, si cambié de opinión. Obviamente, tal y como sucede cada vez, no recuerdo cómo ni cuándo sucedió, y todavía me cuesta explicar el por qué. Pero, supongo que un día, cambié de opinión: me quiero casar. Sí, eso, me quiero casar.

Quiero despertarme una mañana y que me digan estaba esperando a que te despiertes, casate conmigo. Quiero que la respuesta sea obvia. Quiero ir a sacar fecha a un registro civil, ponernos nerviosos y dubitativos. Una crisis existencial que termine por asegurarme que estoy por hacer lo correcto. Quiero mirarnos y sentir la certeza de que deseo esa compañía para siempre. A sabiendas de que existirán momentos complicados y aunque finalmente pueda resultar no ser para siempre. Quiero elegir qué voy a ponerme y evitar que el novio lo vea antes del día indicado. Elegir los testigos, mandar invitaciones por mail, pedir algunos regalos, ponernos de acuerdo en el destino de la luna de miel y que nos preparen despedidas de solteros.

Quiero darme la mano con mi inmediato futuro marido ante un juez de verdad, uno que diga un par de cosas cursis antes del sí. Quiero usar algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul. Quiero celebrar el amor, y mucho arroz con la libreta de matrimonio en la mano, y amigos y familiares emocionados, que se me corra el maquillaje y besos en público.

Quiero una fiesta inolvidable para querer que termine, que termine para acostarme en una cama y decir “hola señor X”, y que el hombre al lado mío me saque los zapatos y diga “hola señora de X” y nos riamos y repasemos momentos lindos de la noche y estar un poquito borrachos y que hagamos el amor, o nos durmamos vestidos y dejemos el sexo para la mañana. Una fiesta que nos encuentre contentos, así, sonrientes, e imprima recuerdos lindos. Que nos duelan los pies de tanto bailar, qué rica que estaba la comida, las lucecitas adornando los árboles del jardín, el pasto húmedo de rocío, abrazarnos en un lento cuando ya nadie mire y haya sólo serpentinas en el piso. Cuánta risa con tanta gente que nos quiere. Quiero estar feliz, haber brindado por eso.

Quiero una foto de ese día, en la que estemos desprolijos, cansados y radiantes, la foto arriba del piano en nuestro living. Pararme delante de ella cada tanto y revivir la sensación con exactitud. Quiero recordar anécdotas, y contárselas a nuestros hijos, y saberlas cuando las cosas se pongan difíciles. Quiero tener las imágenes en la cabeza, intactas, y que se me vengan sin avisar ante algún estímulo, y sean un refugio, y sean un lindo lugar al que volver a conciencia a veces.

Quiero mirarnos y saber que ambos estuvimos ahí, compartiendo, tomando riesgos y compromisos, haciendo algunas concesiones y aceptando algunas condiciones desde lo más sincero. Cerrando un pacto. Los dos.

Me quiero casar, pero también podría decir que lo que quiero es tener al lado a alguien con quien la vida sea tan especial y nos amemos tanto, que realmente quiera casarme. Un ritual, es en definitiva, la manifestación simbólica de una creencia. Y ante todo, quiero creer en la unión como fundamento. Una unión tanto visceral como racional en la que confíe plenamente. Y después, recién ahí, todo lo demás.

2 comentarios:

Leaandro D. Ikonicoff dijo...

Me encanta cuando unas letras logran humedecerme los ojos y hacerme cosquillas en la piel. Gracias!

Caribe dijo...

qué gran halago!
salute!