El calor es
insoportable al sol, la brisa no logra neutralizarlo. Me corro a la sombra y el
viento torna necesario un abrigo que no tengo. No hay
punto medio, la histeria climática.
Acomodo la
silla justo en el límite y me siento. La mitad de mi cuerpo al sol, la otra a
la sombra. El juego de luz me convierte en una especie de ying yang viviente. Pienso
en el equilibrio, en la distribución proporcional de la felicidad y la
melancolía.
Es una pugna.
El tiempo sucede,
pronto quedo fuera del alcance del sol.
Me abrazo a
mi misma para subsanar la victoria del frío.
Me abrazo a
mi misma para aliviar el triunfo de la tristeza.