domingo, 26 de febrero de 2012

Ying Yang


El calor es insoportable al sol, la brisa no logra neutralizarlo. Me corro a la sombra y el viento torna necesario un abrigo que no tengo. No hay punto medio, la histeria climática.

Acomodo la silla justo en el límite y me siento. La mitad de mi cuerpo al sol, la otra a la sombra. El juego de luz me convierte en una especie de ying yang viviente. Pienso en el equilibrio, en la distribución proporcional de la felicidad y la melancolía.

Es una pugna.


El tiempo sucede, pronto quedo fuera del alcance del sol.
Me abrazo a mi misma para subsanar la victoria del frío.
Me abrazo a mi misma para aliviar el triunfo de la tristeza.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Nubes

Vemos de lejos una hamaca paraguaya balanceándose


Fundido a negro


Primer plano de rostro de mujer con ojos cerrados


Mujer con ojos cerrados recostada en hamaca paraguaya balanceándose al sol


Sol siendo tapado por nubes
Mujer recostada abre los ojos
Nubes siendo nubes
Nubes siendo miradas por mujer recostada
Nube oscura con forma de chancho enojado
Chancho enojado con sombrero de copa
Chancho perplejo con cuernos de toro
Toro con cuernos torcidos saltando
Toro sin cuernos engorda
Toro con cuerpo de zeppelin
Zeppelin con turbinas
Zeppelin con turbinas atacado por escopeta
Soquete al lado de florero
Soquete al lado de obelisco
Soquete agarrado por una mano
Pieza de tetris psicodélico
Hombre rezando arrodillado
Casa con chimenea y tejado
Ballena sin cola
Ballena con cola de caballo
Ballena con pico de tucán y cola de caballo
Círculo deforme y banana pelada por la mitad
Círculo más deforme con pene
Rostro de mujer narigona sin pera
Mariposa se acerca a rostro de mujer narigona
Mariposa convirtiéndose en monstruo
Monstruo come nariz de mujer narigona
Huevo frito en sartén sin mango
Nube con forma de mancha
Mancha más grande
Mancha despedazada


Mujer recostada en hamaca paraguaya se adormece


Nube con forma de algo
Nubes con forma de nubes
Nubes siendo nubes
Nubes siendo una sola nube inmensa y uniforme
Oscuridad


Mujer recostada en hamaca paraguaya duerme
Mujer sueña sin saber que está soñando


Lluvia
Lluvia


Interferencia
Ruido blanco


Hamaca paraguaya balanceándose sin mujer
La cámara busca a la mujer
Se agranda el plano
Vemos que ya no hay nubes ni mujer soñando
Es de noche
Y después ya no vemos nada


Sentimos la lluvia sobre el cuerpo 

Salvo los budistas


Mi mamá es MILF.
MILF.
MILF significa Mother I Like To Fuck.
Hablando en criollo, está buena y tiene más de 50.
“Sos un re buen partido a futuro” me dijo G cuando la vio de lejos.
Y no fue el primero.
Más bien lo dijeron todos.
Mi mamá sabe que ella es MILF,
pero se confunde y dice “milfi” quitándole toda gracia.
Es una promesa a mi genética,
es como ver el devenir de mi propio cuerpo.
La gente asegura que yo soy igual a ella.
Pero nadie asegura que vaya a ser como ella siempre.
Lo cual sería mejor que ser igual a mi viejo.
Mi viejo no es un porvenir tranquilizante.
Y eso que estaba re fuerte.
Hace como tres décadas.
El problema es que no se cuida.
Soy igual a él también.
Un ADN justo el mío.
Mitad y mitad.
Lo mejor y lo peor de cada uno.
Salvo por la chuequera.
De eso ninguno se hace cargo.

El asunto es que da igual.
Que mi mamá sea MILF y mi papá gordo, da igual.
Da igual porque de todos modos voy a tener que cuidar de sus decadencias mientras me suceda lo propio.
Nadie se salva de la decadencia.
Salvo los budistas.

Nosotros somos judíos.

domingo, 12 de febrero de 2012

Loop

A los trece, después del colegio, los jueves me iba a la casa de mi papá. Pasaban tres horas hasta que llegaba alguien. Tres horas de soledad para elegir un cd al azar entre los miles de la colección, y tirarme boca arriba en el piso del living a escucharlo detenidamente. Ponía el disco, y si me gustaba, lo repetía una y otra vez hasta aprenderme las canciones de memoria mientras tomaba coca cola.
Ese día lo supe al tener la cajita del cd entre las manos, ahí había algo.
Play.
Era tan distinto. 
La voz hipnótica, las palabras que no comprendí, la guitarra. Para cuando empezó el solo al final del segundo tema, cerré los ojos y sentí cómo todo junto me volaba la cabeza.

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G se acaba de quedar dormido. Bajo el volumen para no despertarlo.
Otra vez la guitarra en la misma parte de Cementerio Club y cierro los ojos.

Escucho Artaud por milésima primera vez, como si nunca hubiera parado de sonar.
El Flaco es esa sensación.

No puedo llorar pero quisiera.

jueves, 9 de febrero de 2012

Casi casi

Pensar en un ex novio no es necesariamente extrañarlo.
Es evocarlo.
Porque hay muchas cosas cotidianas que lo traen a la mente sin querer.
Hace un tiempo me di cuenta:
E ya no se me aparece todos los días.
Ya no me acuerdo más de su teléfono
ni de para qué lado tenía torcida la nariz.


Pero casi casi.
Te juro que casi.
Casi casi.
Cuando menos me lo esperaba.
Estaba discutiendo con G
y casi casi le digo E.

Villa Gesell

No saben, 
me fui a Villa Gesell un fin de semana.

Todo estaba tan igual.

La señal de radio FM
se acabó en el mismo lugar de la ruta.

Parece que la gente todavía compra
souvenirs hechos con caracoles.

Los pasos de baile brasilero que enseñan en los paradores
no cambiaron.

Jugar al Daytona o al Flipper
sigue estando de moda.

Todo estaba tan igual.

Sólo que en la peatonal
no estaban Los Ote,
ni Los Tipitos.

Ni yo tengo quince.

lunes, 6 de febrero de 2012

Cinco veranos

Y dos niños, todavía en esa edad en la que se puede ser insolente, se acercaron a morder nuestros helados de palito, aún sin conocernos.

Tenemos la mala costumbre de contar la vida en veranos, y éste fue el quinto desde que, sentados en un vuelo transatlántico, tuvimos nuestra primera charla. Los conté con los dedos, enumerando destinos de vacaciones de ahora a esa parte, mientras lo miraba girar sobre su eje a toda velocidad llevando sobre los hombros a aquellos dos niños sonrientes. 
Lo vi jugar a ser avión para chicos.
Cinco veranos tardó en convertirse en un hombre, con alas. O toda una vida.

Podríamos haber sido un gran amor, quién sabe, pero somos grandes amigos. Pensé.

Sentarse en el cordón de la vereda de un pueblo latinoamericano y ver caer la noche. Todo se reduce a ese instante perenne. El silencio invadido por el mar, la carcajada infantil, la ausencia de respuestas y el repique contra el asfalto de una pelota que se fue calmando hasta quedar flotando en un charco.