lunes, 25 de julio de 2011

Puán

Quizás me equivoqué de carrera. Lo pienso a veces. Qué iba a saber yo a los dieciocho años. Estudiar Filosofía es, a esa edad, tan pretencioso como querer ser astronauta.

Hoy fui a la facultad a inscribirme a las materias del segundo cuatrimestre. <<Ya me quedan pocas>>  pensé, mientras esquivaba los restos de huevos y harina y papel picado y témperas de colores y yerba y mostaza y serpentinas que inundaban la vereda de Puán. El hedor me hizo tapar la nariz. La gente se recibe, la gente estudia y se recibe. Yo estudio y estudio, y es como si cada vez me faltaran más eternidades para no volver a pisar ese edificio. Sentí ganas de vomitar.

Durante las vacaciones se vuelven a ver las paredes de la facultad. Alguien saca la inmensa cantidad de carteles que suelen empapelar los pasillos al grito de cuanta causa política exista, como si la política fuera un adorno. Las paredes son blancas y los bordes de las ventanas, grises. Es bueno volver a recordarlo cada cuatro meses. Un respiro que deja espacios libres para nuevas ideas, hasta que empieza la cursada y aparecen las mismas revoluciones de siempre.

No había mucha gente, la fila para anotarse en los cursos era corta, nunca es corta. Me pregunté si cada vez éramos menos. Siempre fuimos menos, unos cuantos menos que se sienten más. Revisé los horarios que me convenían, ninguno me convenía. La oferta es cursar entre las once de la mañana y las cinco de la tarde, pareciera que no está bien visto trabajar. Rearmé el plan. Me ofusqué. Una mierda.

Ya no disfruto de ir al bar y tomar un mate cocido cuyo precio no sufre inflación, no disfruto de llevar resaltadores en la cartera, no disfruto del pucho del recreo, de las puertas de los baños con chismes de los profesores, ni de los hippies fumando porro en el patio. Ya no me siento genial cuando los apuntes recién paridos por la fotocopiadora están calentitos y prometen saberes nuevos, ya no me intriga qué hay en el cuarto piso.

Estudiar Filosofía ya ni siquiera me hace levantar tipos, antes me miraban como a un bicho intelectual y extraño que les llamaba la atención, y yo cogía. Ahora me miran con una especie de lástima y me preguntan cosas como "y de qué pensás vivir nena?". Andate a cagar, voy a deambular por las calles haciendo preguntas retóricas boludo, sabés lo que es retórico ¿no?

Cuando salía de la facultad se largó a llover, y la harina del piso en la vereda formó un engrudo que todavía tengo pegado en la suela de mis botas. Quizás me equivoqué de carrera, pero me conozco, no hubiera podido hacer otra cosa. Tuve ganas de vomitar toda la gnoseología, toda la modernidad, toda la ética. En cambio me acordé de los buenos tiempos en Puán con los amigos y el novio, de las ganas que tenía de saber y saber y saber, de los grandes profesores, de la fascinación. 
Vislumbré. Eso todavía lo tengo, digo, la fascinación y la sensación de que se puede cambiar el mundo. La pregunta es dónde lo guardé. Las cosas se mezclan durante las mudanzas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanto....

no importa de que vas a vivir... te escribis un par de libros y yo te los compro.

Caribe dijo...

qué pena que no se quién sos.

Anónimo dijo...

vero. vero engelhardt... soy adicta a tus blogs :P

Caribe dijo...

verito, tantos años. un placer tenerte por aquí.

Dicotomínica dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=eCs-dWogLGc

pienso en el destino, lo que hice, lo que haré...
A ver qué hay para comer.

En las bolsas ropa. Libros con los libros. remedios vencidos.

Y miraba la calle imán con mis ojos de metal. yo no quiero hablar más.
SOY MI CASA. ME DIGO ADIÓS.

Todo el tiempo, todo el viento. nunca en el mismo lugar.
tantas voces, tantos dias, tantas flores, hay palabras que no me quiero llevar.

Y cambié vecinos, patio, techo y cielo, y adormir vestido.

ya sé que así el ruido se va, si no tengo qué decir, así no tengo qué pensar.
Sigo andando y te veo a vos, con tus ojos de viajar. No te rías si estoy mirandote, los mapas son excusas si tus manos son mías.

Irse cerca, irse lejos. mudarse al mimso lugar. mudo ropa, mudo piel palabra muda, NO ME MUEVO SI NO TENGO A QUIEN VOLVER.

no te vayas si estoy durmiendome,
que quiero despertarme y ver tus ojos prendidos.