Si nos cruzáramos un día, podríamos enamorarnos durante quince estaciones de ida sin correr la mirada.
Enamorarnos durante dieciocho baldozas como interfaz, y después darnos vuelta para seguir mirando.
Si nos cruzáramos un día, podríamos enamorarnos con la liviandad de jugar valiendo todo.
Y aún así no apostaríamos nada.
Así que mejor, no nos crucemos ningún día.
Prefiero que vengas a mi casa y no hacerle una oda a la ucronía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario